sábado, 22 de octubre de 2011

Bruce Springsteen - Greetings from Asbury Park, N.J.

Era y es algo muy común por parte de la crítica, el comparar al nuevo artista con el antiguo. A veces se necesitan de esas coordenadas ciertas para poder sondear la pesca que se espera y se viene.
Springsteen es mucho más que cualquier pesca de domingo; es en su primer disco, mucho más que la agradable sorpresa que se aguarda al abrir el álbum del desconocido o ignorado. Es en ese ámbito de las notas, mejor que cualquier pez que se pudiera encontrar tanto en agua como en aceite. Aquel nada en ambos ambientes, puede llegar también a vivir en ellos, tal vez no con la misma comodidad deseada. Pero sí haciendo algo más que el solo sobrevivir.

A Bruce lo juntan y miden con Bob Dylan desde un comienzo. Y lo hacen con no poca razón; el futuro “Jefe” tienes virtudes en este primer disco que lo llevan a los linderos de aquel. En la música y en sus letras, incluso en la misma conformación instrumental de la banda vemos parecidos. Pero allí también quedan.
La virtud de Springsteen radica en que se va separando de la sombra de Dylan con el recorrido que le da una carrera larga. Ni siquiera lo podemos acusar de que lo hace lentamente, pues ya en este primer disco notamos las brechas abriéndose en distintas direcciones.

La canción que abre el álbum es tal vez la más “Dylanesca” de todas las escritas por Springsteen. Los versos largos, tan característicos de un Dylan en estado de gracia cuando cantaba “Visions Of Johanna”, y el tono general de “My Back Pages” rebotando como en un frontón, se hacen patentes en este primer surco. La diferencia con su “Bobness”, es que Springsteen canta muy urgido, muy de prisa, como arrebatado por una divinidad que se va haciendo dueño de aquel.
Bruce también juega al frontón con sus versos largos, pero lo hace con tal rapidez en su ejecución, que el sentido cierto de la historia contada se nos vuelve incierto y luego con una segunda y tercera escucha, como algo de distinto significado también.
Según propia confesión de aquel, “Blinded By The Light” la escribió con un diccionario de rimas a mano. Sin duda, su lectura la hizo con mucha atención, aunque no obviando de pasar las páginas de prisa, muy de prisa para no cortar la racha de genialidad que llevaba encima.

“Growin’ Up” nos brinda los mismos versos largos de la anterior pista, pero con un sentido distinto en la musicalidad; aquí ya se ven claros los rasgos de un Springsteen posterior y mejor. Un Bruce que utiliza su voz como un instrumento más, como una herramienta dura que no por eso, deja de construir y conmover.

Claro que hay puntos flojos como “Marry Queen Of Arkansas” y “The Angel” que suenan decididamente lentas y aburridas al compararse con el resto de temas del álbum.
El problema inherente de ambas, es que al tampoco ser buenas canciones, resultan viéndose peor y escuchándose peor de lo que son; eso es, porque se ven flanqueadas por melodías que las superan en todo sentido.
Queda claro que la lenta intimidad buscada por Springsteen en ambas pistas, no la sabe aún encontrar en abundancia; recordemos entonces, que aquel se le da por nadar distintas aguas, aunque no con el mismo gusto, o desempeño, según sus críticos más acérrimos.

Pero luego de ambos baches, se nos regala lo que un principio ya se prometía y se podía dilucidar en el álbum, con canciones como “Does This Bus Stop At 82nd Street”, “Lost In The Flood”, “Spirit Of The Night”, “It´s Hard To Be A Saint In The City” y “For You”; todas ellas magníficos ejemplos de un oficio temprano y sin pulir.
Y demos gracias por esa pureza sin pulir, por esa naturaleza aún sin encausar, que nos permite conocer a un Springsteen con sus manías y defectos que no lo hacen inalcanzable, ni lejano a quien lo quiere escuchar.

Existe entonces esa cercanía en Bruce cuando nos canta “For You” como si fuéramos parte de su collera más íntima. Cuando se le va quebrando la voz al finalizar la canción, cuando habla de urgencia y sentimos su capacidad de querer transmitirnos algo más que versos construidos al borde de un algo.
Es esa emoción que nada tiene que ver con los espacios abiertos. Aún cuando Bruce canta sobre la soledad, lo canta como si estuviera dentro de un círculo habitado por muchas personas, muchísimas…todas ellas sus amigas.

El primer disco del “Jefe” debe verse como un acercamiento a Dylan y también como el primer alejamiento natural del mismo. Se aleja de aquel para entrar al bar con muchísimos otros como él. Así es. Como él.
Un gran esfuerzo de Bruce. Y una mejor compañía para todos nosotros sus amistades. Sí, sus nuevas amistades.


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lunes, 10 de octubre de 2011

Joey Ramone I

Joey no solamente sabía ser grande, por momentos también podía tornarse imponente. Imponente, como para hacernos tropezar con sus piernas, aún si nos encontrábamos en el otro lado de la habitación.
Ciclópeo también, como para andar por Philadelphia y toparnos con la punta de su zapatilla dándole la vuelta a la calle 38 con la Chestnutt justo para entrar al local del concierto. Y verlo al mismo tiempo sin ganas de despegar sus talones de la Walnutt Street, doscientos metros más abajo.
El chico de Queens era grandioso. Como para cerrar los ojos y encontrarlo allí, en nuestra memoria. Aún cantando. Aún enamorado.

Joey Ramone, era también delicado y pequeño como una flor de papel. Demasiado delicado y frágil a pesar del tamaño que apuntalaba. Había florecido muy pronto y esa circunstancia en su vida determinaba que cualquier leve disfuerzo del viento lo llevara abajo y arriba, abajo y arriba otra vez.
Joey Ramone, nace como Jeffry Hyman en la primavera del 51. Forest Hills era su barrio, pero nunca fue su dominio.
Comparte vecindario con Peter Parker, en los tiempos en que héroes, leyendas y también matones, se cruzaban, trababan amistad o se hacían enemigos de por vida en sus calles.
Jeffry Hyman nunca se cruza con el futuro hombre araña, pero si traba amistad con un tal John Cummings, que llegaría a ser su mayor rival durante buena parte de su existencia.

Atiende la escuela secundaria de Forest Hills como tantos otros. Pero él no era como los otros. Él lo sabía y los demás se lo hacían recordar.
Alto, delgado y de cara graciosa, por decir lo menos. Era el punto seguido, punto aparte y punto final de todas las bromas en clase.
Retraído por las circunstancias, decide volcarse a la música; explorar sus campos. En algún momento de los 60’s lo vemos chancando una batería que le habían regalado, y en otro instante, lo llegamos a coger justo antes de que ponga un disco de The Who en una vieja Rek-O-Kut (eso quisiéramos creer).
¿Alguna vez han visto armar una bomba casera desde el principio?...si lo saben, entonces conocen por qué salimos corriendo. El departamento explota en música.

Se vuelca compulsivamente hacia sus discos. Moja primero y luego entierra la planta de sus pies sobre ese enorme arrozal de los 60’s. Jala consigo un galeón a sus espaldas. Cada disco que escucha, lo escucha con el debido detalle para que pase a ser una influencia y no solo un gusto.
Cream y los Rolling Stones, los Girl Groups y un Phil Spector en estado de gracia, el enorme legado de los Beatles junto al programa de Murray The K, sin dejar de lado los Beach Boys y las revistas musicales, entre un largo etcétera, se amalgaman a la delicada piel de Jeffry.

Antes de la música, el chico Hyman aprende el lenguaje de las cosas. Aprende el fraseo de las piedras y de los árboles, de los grandes edificios y del duro vivir de la ciudad.
Antes de la música, Jeffry Hyman es diagnosticado con esquizofrenia. Después de ella, Joey Ramone es acusado de imitar compulsivamente el acento inglés en sus canciones. Solo eso. La música lo salva.


Joey en la parte de atrás
¿Pintura de lienzos con helados o sopas deshidratadas?, ciertas ideas de Joey Ramone parecerían extremas aún para los estándares de hoy. Ridículas. Pero ninguna sería más ridícula que la idea de formar una banda alrededor de tres acordes. Toda una historia en base a tres o cuatro posiciones de la mano sobre el traste, tocadas muy deprisa.
¿De quién fue la idea inicial de juntar a desadaptados sociales en una banda? ¿Quién llamó a quién? ¿Quién fue el más entusiasta y a quién se tuvo que convencer?
Nadie lo sabe con certeza. Es seguro que todos hayan aportado algo a esa locura. En la estructura rígida de la música de esos años, ese intento equivalía a construir una pequeña casita de árbol en la selva de Manhattan. Una locura entonces. Una genialidad también.

De a pocos van tomando posiciones en la estructura armada con pegamento y cola para esnifar. Joey es enviado muy al fondo, a fungir de bulto en la parte de atrás.
Se le permite crear todo el ruido que quiera, pero se le advierte también, que intente pasar desapercibido. El mantenerse sentado, ya es un aporte valioso en la mente de los demás.
Con Dee Dee en la voz principal y Joey en la batería, las cosas resultan siendo caóticas. Son demasiados malos, aún para sus propios gustos y percepciones.
A finales de marzo del 74 tocan ante un grupo de sus amistades en el Performance Studio de Manhattan. Son un desastre. Y tanto, que muchos de sus antiguos amigos dejan de serlo ese día. Nadie los comprende de verás y los que creen comprenderlos, los tildan como una broma hacia el estado general de la música de ese momento. Una sacada de lengua. Una caricatura. Solo eso.

Joey entonces, y a petición de Tommy (pseudo-manager de la banda), se para y pasa al frente. Los demás lo evalúan con una severidad que ellos mismos no se imponen. El gigante pasa raspando la prueba.
Johnny por unas cuantas semanas más tiene sus dudas. No le gusta la voz de Joey, no le gusta lo que dice y como lo dice. Y sobre todo no le gusta como se ve. Tommy lo convence de lo contrario. Aún así, en esos primeros y críticos años, el “sargento” solo le permite cantar al gigante. El resto del tiempo lo que tiene que hacer es mirar y callar.
Siguen siendo un trío por un tiempo, porque nadie quiere formar con ellos el ansiado cuarteto. Son una amenaza y lo saben. Durante meses, aquel cuarto espacio sin llenar, es el empleo más peligroso en la lista de puestos vacantes de la ciudad.
Hasta que un día Johnny se cansa y le “propone” a Tommy que se quede con el puesto de baterista. Es una orden, como cientos de otras que el guitarrista le da en esos años de descontrol. Una especie de venganza, tal vez, por la sugerencia de mandar al gigante adelante. O una especie de extraña venia por esa misma decisión. Nadie lo sabe aún.

Las melodías comienzan a fluir como si fueran copias de su primera canción compuesta. Luego les suceden canciones que solo parecen gemelas de aquella, al final del mes cuentan con algunas hermanas y primas del primer molde.
Mientras mejoran, los acordes se tornan también diferentes. El ADN musical de The Ramones aumenta letras a su secuencia. Aunque para los críticos de afuera todas suenen igual y se vean también igual. Incluso alguien se atreve a decir en aquellos primeros meses, que sus canciones suenan mejor descompuestas que compuestas.

Los náufragos pisan restos sólidos
La banda ya había naufragado desde aquel primer fiasco en el Performance Studio. Pero aún así, todos ellos deciden nadar en grupo hacia una distinta playa. Esa playa nuclear se encuentra al final de la Calle Bleecker con Bowery.
Han oído que el sitio es un chiquero; lo que encuentran es peor. Pero no tanto como la persona que lo regenta todo. Un antiguo marine que está dispuesto a cobrar poco por su cerveza mala. Un antiguo marine que está dispuesto a pagar menos que poco a una banda mala.
A Johnny y Tommy les huele pésimo el trato que han hecho. A Dee Dee y Joey, en cambio, les huele terrible las mascotas, y los excrementos de aquellas, en el piso del local.
Los cuatro aceptan.

Tocan el día 16 de Agosto y el día siguiente. Y lo hacen durante cada uno de los meses que siguen hasta el final del año. Casi en exclusividad. Casi como reos. Casi como exiliados. Sobre todo como exiliados.
La gente no los entiende, pero quieren entender. Muchos los siguen porque sienten que algo va a ocurrir. Y algo necesita ocurrir. Y algo ocurre.
Los críticos toman nota, los freaks llenan el salón de Hilly y los funcionarios de las disqueras empiezan a limpiar los asientos del local antes de sentarse en ellos y observar.
Muchas bandas les siguen, demasiadas. Algunos lloran en ese instante por lo que ven, otros lloran hoy por esos recuerdos.
Nunca una loba tuvo camada igual. Nunca una loba deseó camada igual. Las lobas saben que llegado el invierno, faltaría la comida para los más débiles primero y para todos los demás después. Eso ocurre.
Son pocas las bandas que firman un contrato en ese primer instante. Empiezan las rencillas y las envidias se hacen más notorias.
El gran Willy DeVille les saca en cara a los Ramones que le tengan tirria. Johnny Ramone responde con un silencio que resulta tan demoledor como el sonido de su guitarra. El guitarrista tal vez busque con eso, el despreciarlo. Pueda ser algo más también o tal vez algo menos. No se sabe. Johnny demuestra que puede hacer mucho con un acorde, y mucho más, con un acorde que aún no ha tocado.
La fractura llega a su punto máximo cuando Sire firma finalmente en Enero del 76 a los cuatro de Queens. Los despechados de las otras bandas casi logran incendiar el teléfono de la disquera para hablar mal de ellos. Los Ramones se vengan de todos al cabo de unos días, dando uno de sus mejores conciertos en el CBGB.
A partir de allí, la mayoría de bandas deja de caminar sus pasos. Los brudders empiezan la siguiente temporada en otra liga.


Como lanzar strikes y terminar cediendo bases
Graban su primer álbum en Febrero del 76. El contrato firmado con la disquera no es bueno, pero al mismo tiempo, es el único que pueden conseguir.
Craig Leon se reúne con ellos antes de empezar a grabar. Semanas de pre-producción y de arreglar detalles básicos, tales como cuando debe empezar una canción y cuando debe terminar la misma, se dan después de horas de discusión.
Los Ramones son un mineral en bruto, cualquiera sea ese. Un mineral que en esos primeros años no se puede moldear, sino solo trozar. De una cápsula de tiempo de 17 minutos se sacan veintidós canciones. Lo suficiente para hacer un álbum y tal vez otro más, en el futuro cercano.
El enorme Radio Music City Hall sirve como cuartel a lo que se intenta gestar. Por primera vez en la música se divide el átomo. Leon, como Rutherford casi 60 años antes que él, divide lo indivisible. Lo que era imposible de dividir.
Ubica a los cuatro de Queens en cuartos separados, y tanto, que algunos dicen que en esas instalaciones, el agua no hierve a la misma temperatura de extremo a medio y luego a extremo. El productor llama a los elementos y les pide crear magia. Y la crean.
Catorce canciones que hablan de todo lo que no se puede hablar a la hora de la cena, de todo aquello que no se escucha hablar a los padres y de todo aquello que los artistas populares o independientes no osan tocar.
Los Ramones, tal como reyes de la edad media, son la propia medida y el estándar de otros, en ese instante.
Terminan de grabar todo el disco, antes de que se sepa siquiera de que estaban grabando. Son casi como un acto terrorista, aunque ellos se vean más americanos que los dólares que le acaban de ahorrar a Seymour Stein.
El ciclo frio de ese año es cruel, Joey Ramone confía que ese sea el último invierno duro que les toque vivir.
Se equivoca. Los Ramones a pesar de sus giras por los Estados Unidos e Inglaterra, son un fracaso en ventas, y el invierno siguiente (76-77), es el más duro en décadas. El trato de Johnny, por otra parte, no mejora, ni empeora aún.

Lanzan su segundo larga duración en Enero del 77. Como siempre, algo se interpone en su camino. Una canción los hace retroceder. Los hace revenirse.
A una banda que tiene la etiqueta de rufianes, esto de volver hacia atrás, es como retornar a la escena del crimen. Nerviosos, deciden reemplazar el tema con otro. Y eso resulta siendo tan perjudicial como reemplazar el arma asesina por otra. No matan a nadie con ella, pero igual son culpables.
La coartada que consiguen con el primer disco no es del agrado de todos los críticos. Hay algunos que se empiezan a rascar la cabeza para entender está ecuación de primer grado.
Aunque aún suenan de puta madre para ellos, ese de puta madre es demasiado parecido al anterior disco. Aquellos le prestan atención a la explosión, antes que a la bomba armada.
Los Ramones en un ambiente controlado, producen el mejor rock n’ roll que se ha escuchado en años y aún así no se les comprende.
Son animales salvajes, el tipo de animal que hasta ayer se encontraba extinto, el tipo de ser que los críticos aman moldear y domesticar. Hacer evolucionar según su propio gusto.
Los cuatro de Queens se niegan a cambiar, se ve entonces la primera ruptura en el horizonte.
Joey Ramone ofrece sus finas sensibilidades en el resto de surcos donde le toca aportar. Entrega canciones tan suaves y sensibles, que a cualquier otro artista le habrían significado impulsar su catálogo hacia el éxito. Pero los Ramones no son un éxito. Ni cuando tocan Today Your Love, Tomorrow The World en el primer álbum, ni cuando lanzan I Remember You en el segundo. El recibimiento es frío, el país que caminan los cuatro de Queens es helado. Demasiado.

A finales de ese mismo año, vuelven a pecar de generosos o desesperados, y lanzan al mercado su tercer larga duración. En menos de dos años, han publicado tres discos magníficos, importantes y necesarios. Es el tercer strike en fila, pero de nuevo les cobran bola.
Las caras largas de los hombres de la disquera les comienzan a perseguir. La estructura que había soportado varios inviernos duros, se empieza a cargar de reproches.
Tommy Ramone como una de las dos cabezas del grupo y la más débil de ellas, recibe el ataque combinado de Johnny, Joey y Dee Dee. Es mucho para su estado mental y decide salirse del grupo. Se queda como productor, al menos eso quieren los otros, al menos eso le hacen creer.
Actúan por todo Estados Unidos dando soporte al álbum. Van a lugares donde nadie ha ido y nadie irá. Van a lugares donde no quieren volver, pequeños pueblos que parecen los sótanos de las películas de terror y de sus canciones. La poca gente que hay en ellos, es indiferente, sino hostil a su apurado paso. Según las malas lenguas, es en esos pueblos donde les terminan de robar el alma.

El cuarto álbum es la verdadera despedida de Tommy. Junto con Ed Stasium, produce uno de los discos más novedosos en la escena punk hasta ese instante.
Los antiguos fans de la banda (hablamos de unos cientos) no saben que esperar al principio, hasta que algún estúpido lanza la idea de que los Ramones se han edulcorado demasiado, y han terminado por hacer un disco de canciones suaves y música country.
El golpe es enorme para el orgullo del grupo; tienen que ceder base y pedestal. Entregar su sitial a otras bandas que han influenciado y que se muestran más violentas, rápidas o idiotas que ellos.
Han sido pastores de leones sin medir las consecuencias. Entre zarpazos, son despreciados por una escena que ellos iniciaron y que ellos mismo alentaron y dieron forma.
Joey Ramone no puede creer lo que sucede ante sus ojos enfermos, ser repudiado por los que han sido despreciados toda su vida; aquel, sin duda, es el último círculo del infierno. Algunos cuantos se apiadan de ellos, y los mandan una vez más, a tocar en las habitaciones de atrás.
Los Ramones vuelven a sus cuarteles de invierno. Han cruzado el puente sobre el río a pie. Podrían haber atravesado el río a nado, pero ya están cansados. Por el momento lo están. Pero lo que dejan atrás es magnífico.
Road To Ruin prueba el camino que podrían haber seguido los Brudders, si tan solo Tommy se habría quedado más cerca de la banda.
Y sí, los estúpidos a veces dan en el clavo, el cuarto disco es después de todo y entre otras cosas, un sublime ejemplo de country y punk.

La figura de Joey Ramone no ha dejado de crecer, a pesar de los avatares de la banda. Un día de esos, se da el valor necesario para decir que ha tenido suficiente. Que está harto y cansado de las categorías en el grupo. El trancazo va dirigido al legendario guitarrista y jefe del cuarteto.
Johnny acepta el golpe de estado para instaurar una democracia, dando un paso atrás, nunca al costado. Compartirá el mando con cualquiera de los otros dos hermanos que quiera, pero nunca los dejará a solas en sus decisiones.
El vocalista mientras tanto, siente que nunca podrán volver a esos primeros discos y que lo que dejan atrás es tierra arrasada ya. Sabe que al crear una escena, han creado un monstruo y que ese Golem nunca estará contento con lo que finalmente se le dé.
Decide responder al interés que desde hace meses un viejo y legendario productor ha tenido hacia la agrupación. Es el año 79.


Epílogo
Y como el primer 79 de nuestra era, también ocurre una erupción dentro del grupo con ese juicio de valor. A diferencia del Vesubio, aún los estudiosos no se ponen de acuerdo si aquella decisión es beneficiosa o perjudicial para la banda.
La dirección ya está tomada desde el Road To Ruin, lo único que hace Joey es seguir el camino señalado. El status de la agrupación dentro de la escena se había perdido irremediablemente, lo que hace apoyar una vez más, su conclusión. Pero uno nunca sabe. Nunca.
Sino, ¿Quién habría dicho que un tal Jeffry Hyman sería el más exitoso de todos sus compañeros de escuela? ¿Quién?
Ni Joey Ramone creía en un principio en esa posibilidad. Ni Stan Lee. O Dios en su defecto. Ya que lo habría convertido en un héroe desde el comienzo. Aunque aquel lo llegó a ser a su manera y por propia voluntad desde un principio. Y aún lo es en todas sus formas. Aún lo es. En todas sus enormes, grandes y gigantes formas.


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